3 años

Corriendo, así comienza el día de hoy. Un día que sigue indeciso en sus bienvenidas pero ilumina igual de profundo nuestros paisajes. Es un año que se resume en un día de tres partes. Como si fuera el camino del sol para recibir a la luna.
El frío hierro del hacha, clavada en un tronco que dará vida al fuego. La cultura entremezclada con lo salvaje pero sin llegar a ser naturaleza, negándola en un ritmo seco. Esa herramienta se vuelve mi primer excalibur que requiere fuerza infinita o cualidades únicas y heroicas sólo vistas en quienes son tus padres.
El día avanza y la imaginación logra que el verde de la naturaleza y los rayos del sol aparezcan en un plato de comida irrepetible que representará el amor de un abuelo a su nieto adoptado. Aventuras interminables escondiéndome, caminando largos trayectos casi imposibles para llegar a la casa de al lado para verlo a él, a Don Lorenzo con su voz ronca, su aura gris emanando de su boca con cada pedido de más vida a la muerte encubierta.
Y así mengua el día, acá es donde todos estos recuerdos se plasman y encuentran su primer uso. Escudo y protección de la fragilidad de uno. Celos por un nuevo hermano, falta de atención, confusión. No importa, ya no soy el hijo ni tampoco humano. El héroe es villano, el día es noche y tus padres desconocidos. Acá no hay explicaciones, acá el mundo termina, el tacto te das cuenta está en todo tu cuerpo. Uno descubre el dolor interno, existencia desconocida hasta entonces. Su presentación es terrible, sus heridas no sanan y no son visibles para quien intenta ver. Acá muere la inocencia, nace el ser humano y deja de ser uno para convertirse en una arena de dualidades conflictuadas por la incomprensión. Y sólo pasaron unos pocos segundos, acá uno cae y se levanta por esa fuerza infinita. El hacha es peligrosa y quien la usa es aún más. No son héroes quienes levantan el hierro, son monstruos.

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