En uno de mis tantos recorridos de las calles de esa ciudad de puertos olvidados, me puse a observar a un pibe que parecía tenerlo todo...Por lo menos en la primera impresión. Es la cuestión que lo seguí, la curiosidad invadía bastante; su vestir indicaba que mantenía curso entre el concreto pero termino yendo donde está la maleza.

Sigo su paso y me tiro bajo un árbol al detener él su marcha. Me dedico a observarlo y comienza a hacer una serie de actos al principio sin sentido pero luego me di cuenta que en un grupo un trobador siempre es bienvenido, y al ser este uno de más 6 personas no fue la excepción.

Prendo un pucho y me empiezo a reír, me quedé preguntandome aún después de perderlo si realmente él se reirá tanto como a los que hace reir.